domingo, 26 de abril de 2009

Acróstico Mediático

Me gustaría saber si alguno dice la verdad
Es correcto buscarla como única?
Dice Nietzsche que son ilusiones olvidadas
Insistir en hallarla no tiene sentido
O quizás existan más de las esperadas
Se trata de buscar la que más nos satisfaga.

Dimes y diretes brotan para poder elegir
Ese punto de vista al que queremos adherir

Cuando reflexionamos sobre comunicación
Oímos infinidad de opiniones,
Muy usual es confundirla con transmisión de informaciones
Urgentemente quiero destacar la diferencia en cuestión,
No es sinónimo comunicación de información
Incursionaré en esta temática un ratito.
Comunidad, poner en común entre dos o más personas
Actitud recíproca de las partes,semejanza de códigos:comunicación.
Cierto es que la información se emite sin pretender respuesta,
Imposible es poner en común una propuesta.
Ojo con pensar en que nos dicen LA verdad
No existe una sola y jamás existirá.

¿Dónde está?

Por las mañanas la luz solar iluminaba aquel viejo baldío, querido por muchos y odiado por pocos. Llano como las calles que lo rodeaban, con aspecto sucio, desprolijo y con los pastos a medio crecer. El cuadrado de tierra de vez en cuando se teñía de silbidos, ladridos y maullidos otorgándole una suave melodía.
Cercado por oxidados alambres, podridos postes y un clima tan húmedo que hacía imposible el crecimiento de las flores. A simple vista se lo confundían con un pantano por el exceso de barro.
Decorado por añejos sauces que tapaban al sol de a ratos y que a su vez eran utilizados como arcos de fútbol por los pocos que se animaban a ingresar al lote baldío.
Frío oscuro y con una niebla tan espesa que inundaba al lugar, por las noches era un desolado y triste bosque, inerte sin vida sin mas compañía que la de la luna.

sábado, 25 de abril de 2009

Los futuros

No se sabe cuándo ni cómo aparecieron los futuros de la avenida, su astucia y picardía los hacía inconfundible, sus pequeños pasos intentaban copiar movimientos de los ilusionistas ya experimentados.
Su lugar; un pintoresco y remodelado bulevar adornados con flores y enormes luces, de fondo el monumento llamado Fuente del Milenio. En los pupitres de cemento apoyaban las viejas bicicletas y se unían en un sólo grupo después de apagarse la luz de esperanza.
El mediodía era la hora más esperada para ellos, envueltos en trajes mayores y con sus manos llenas de inocencia pasaban al frente demostrándole al público mediante sus risas y malabares un escenario que escapa de la realidad. La vergüenza parecía no desanimarlos aunque los más pequeños preferían ver el espectáculo desde el pupitre.
Luego de dar la lección diaria, se extendía alguna mano acariciadora en forma de pago, tal vez siendo esa la propina que buscaban luego de hacer sus acrobacias mientras que otros espectadores optaban por seguir con sus manos ocupadas sin importarles lo que sucedía en el frente, tal vez por estar sentados en cómodas butacas, o quizás porque el aire acondicionado o la calefacción alteraban su conducta.
Cada atardecer toman sus bicicletas y se marchan hacia algún lugar, acompañados de risas y un viejo perro que nunca los abandona.
Son los futuros de la avenida los que tiene como institución la calle, observados por los ojos olvidados de la sociedad, sometidos a saltar etapas para convertirse en adultos, pasando por un mundo que cree no tener lugar para ellos.

No salten

Y también las musas. Me faltan las musas, caigo en la cuenta de que no las tengo, ¿Dónde las busco? Ya no me acuerdo dónde las puse. Las usé en Las Toninas, por vez última, sentada a la par del mar. El mar, qué bicho maravilloso, inquieto, salvaje, inalcanzable. Por aquellas noches soñaba que era él quien me traía las musas envueltas en olas, yo las secaba, les quitaba el yodo, y las utilizaba. Borges lo definía como un ser, y lo es. Porque dejando de lado esa frase que dice “los sueños, sueños son”, me convenzo de que ese ser me las arrimaba.


Pero creo que las perdí o se metamorfosearon o huyeron o se reencarnaron en otro ser. Y me pregunto qué tiene que tener un humano para que le amanezcan musas, ¿todos tendrán? Me intriga saber con qué desayuno se las despierta, cómo se las cuida, cómo se las ama... se han extraviado mis musas, si, tal vez estén haciendo rimas con las pelusas debajo de mi cama y se retuerzan de risa ante esta búsqueda loca. Si, loca, porque loca se le dice a una mujer que perdió la razón y a esto no se le encuentra explicación racional.


¿Y si se metamorfosearon? ¿Qué podrían ser ahora? Gusanos, langostas, felpudos o ranchos de barro. No, no, no puedo pensar en una metamorfosis de mis musas. Tienen que estar en algún lugar. Son mías.


Me voy a dormir, a ver si las encuentro entre las sábanas, aunque tengo la certeza de que hace un par de meses que allí no están. Estuvieron entre ellas, pero ya no. Ahora esas sábanas están frías. Están de duelo por la ausencia. Por la ausencia del padre de las musas, el que dejó que se echaran a perder, que se descompongan al igual que un cartón de leche fuera de la heladera.
Mejor me voy al balcón, quizás estén al borde de la baranda, del abismo. ¡No caigan por favor, no caigan! Esperen a que llegue yo, las rescate, prometo integrarlas de nuevo, pero no se tiren, por favor…


¡Tampoco se congelen! puede que estén dentro de la heladera, encarnadas en alguna naranja o en un pedazo de pollo. Ya vengo, voy a comer un gajito, por ahí, en una de esas, la vitamina C o el cítrico me las devuelve.


Pero antes, me detengo un instante, pienso, revoleo las pupilas de izquierda a derecha, y digo: están en la heladera, si, porque un tiempo atrás las usé para escribir sobre la diferencia entre el huevo blanco y el de color. Pero no fue esa la última, ya dije que había sido en Las Toninas. Salto de la silla y voy a ver si están allí adentro, abro de modo brusco, miro, toco, huelo. No.
No sé dónde están, pero no salten al vacío, y si eso deciden, salten hacia mí, yo soy el vacío.