martes, 12 de mayo de 2009

Mario

Él tiene la tez blanca, ojos negros, profundos, muy. También arrugas que cruzan de un lado a otro, se manejan como quieren, como avenidas en la Capital, pero sin luces, con un mínimo brillo grasoso. Algunas parten en diagonal a la nariz, otras paralelas. Eligen y van rotando de posiciones – los años les dieron ese privilegio- . Sólo una permanece intacta, la del ceño. Gruesa, con historia a cuestas.
Cuando hablamos de “la arruga del entrecejo”, enseguida la vinculamos al enojo, al fastidio, al malhumor, a la amargura, a la venganza, al espanto. Pero este no es el caso.

Él es Mario. A Mario la arruga se la trazó la punta afilada de la desmemoria. Cada vez que olvida algo, la dibuja. En verdad, (e incluyo un tono de “entre paréntesis”), ya está dibujada hace rato – Mario tiene 87 años - pero día a día va apretando el lápiz más fuerte y la remarca para que lo acompañe hasta el final.
Desde lo simple, hasta lo complejo. Desde dónde puse los anteojos, hasta ¿ya almorcé? Desde cómo se llama mi nieta, hasta cómo se pela una manzana. Desde cómo es mi número de teléfono, hasta cómo hago para tragar lo que como.

La silueta de la arruga se forma cada vez, si. Cada vez que la amnesia envuelve a Mario. Lo divertido es que no sabe que tiene eso. Esa cosa rara que le pasa. Vive inmerso en un permanente dejavú. Imágenes de la niñez mezcladas con la adultez. Muy loco. Loco como Mario, el desmemoriado. Todo es lúdico para él. Se olvida y vuelve a aprender. Rompe y vuelve a comprar. Olvida y vuelve a recordar.
Su vida es un juego, y lo es porque nadie sabe que sufre de Alzheimer. De no ser así, no sería.

A Mario lo conozco solamente yo. Y a partir de este momento, ustedes. Mientras sus ojos se desplazan y descubren letra por letra en milésimas de segundos, lo van conociendo. ¿Cómo se lo imaginan? Típico viejo con amnesia. Si. Canoso tirando a amarillento, sin barba. Narigón. Anteojos grandes, orejas grandes, manos grandes. Olor a naftalina. Él es Mario, un ochentón solitario. Viudo. Pero que alguna vez, tuvo veinte años.

Vemos a un anciano similar a Mario por la calle, en el Banco o en el hospital. Típica persona mayor, de edad, que se subordina a los estereotipos reinantes. Y nos olvidamos – sólo por ese lapso que transcurre entre la mirada y la reflexión - que alguna vez tuvo veinte años. ¿Esto no es amnesia? ¿Olvidarnos que el que nos pasa por al lado fue igual que nosotros no es amnesia? Tenemos un punto en común con Mario. Definitivamente.

Adhiero a Bukowski cuando dice “es el orden de las cosas, todos saborean la miel y después el cuchillo”.
Estamos convencidos de que ahora estamos saboreando la miel y que dentro de muchos años, recién, vamos a pasar la lengua por el cuchillo, en busca de los restos dulces. Lo vemos como algo lejano. No está mal.

Sin embargo, olvidamos cosas al igual que Mario. Nuestra vida es un juego si nadie nos juzga por lo que hacemos; si nadie sabe lo que nos pasa; pero nos juzgan. Tenemos indicios de amnesia, como Mario, pero no tanto. Y es que nos estamos formando y por fin, algún día, seremos como él.

2 comentarios:

  1. Mirá, estoy segura que "Mario" sabe saltar mejor los charcos que vos. Y que su madre, por suerte, nunca le compró botitas 5 talles más grandes sólo para que los días de lluvia pudiera volverse en canoa.

    Después de publicado este comentario, vas a notar que este "blogspot" comienza a llenarse de visitas. No te emociones, sólo se acercan a leer mi comentario. jaja

    "Mientras existan las novelas, seguiré comiendo verduras"

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