domingo, 31 de mayo de 2009

visita a la nueva psicóloga

Hoy tuve la primera sesión con la psicóloga nueva, Marcela se llama.
Había decidido cambiarme porque la anterior no daba solución a mis problemas. Dicen que la gracia del tratamiento es que uno mismo encuentre sus propias soluciones, y que el paciente tiene que ser justamente eso, paciente. Me cuesta, me cuesta y más me cuesta que me cueste ser paciente. Desespero.
Salí del consultorio a las ocho en punto, enfurecida porque ella había estado con el celular en la mano durante los sesenta minutos. Me pregunto, ¿No se da cuenta que esa actitud es anti - pedagógica? Bueno, creo que la pedagogía es de los docentes, pero saben a lo que me refiero, digo… ¡estaba atentando contra mi salud! ¡Sufro de ansiedad desde los doce años y me atiende con el teléfono en la mano! No me animé a decírselo, era la primera cita y no quise caerle mal. Estimo que a partir de los próximos encuentros ella se dará cuenta de mi trastorno y no lo hará más.
Empezamos a charlar sobre mí; claro. Le conté por qué estaba allí sentada; le dije que porque Amalia, mi psicóloga anterior, no había logrado terminar con mi ansiedad. Me preguntó cuánto tiempo de tratamiento había hecho. Tres meses, le dije, y continué hablándole de cómo me había sentido en el otro diván: incómoda. Mencioné todos los motivos de ello: ambiente húmedo en el consultorio, cara de cansada de la psicóloga, ventanas que daban a la calle y me desbordaban las ganas de salir, falta de respuestas o meramente una asentida con la cabeza y, lo más importante, que ella nunca supo decirme qué hacer. Una solución. Una salida. Nunca.
A medida que hablaba, me daba cuenta de que esa era la estrategia oportuna: no dejar de hablar, porque si eso hacía, ella iba a tener lugar para decirme que tres meses de tratamiento habían sido muy pocos. Yo sabía eso, me lo habían dicho mis amigas, pero talvez pasaba desapercibido en esta especie de monólogo que yo hacía y, en una de esas, me trataba en menos tiempo. Para qué decirle “sé que fue escueto el tiempo”, prefería insistir con que la otra psicóloga había sido pésima.
Este consultorio nuevo, reconozco, está muy bien acondicionado. El diván en que estuve tirada la hora entera, comodísimo. Ella sentada en una silla de esas que se ven en las casas de decoraciones, de plástico, con forma circular. En una repisa al tono estaban los pañuelos descartables “Elite”, no los usé, no hubo necesidad. Muy lindo todo. Yo aprecié este paisaje interior mientras la psicóloga me hacía algunas preguntas, como por ejemplo: cómo es tu relación con tu familia, con tus amigas, con tu novio, cómo es tu vida sexual, tenés sueños recurrentes, qué es lo que te hace llorar, y creo que ninguna más.
Respondí a todas, obviamente. Me ponían nerviosa los baches de silencio; claro, pago noventa pesos por estar ahí sentada, hablando, y encima se da el espacio para callarse. Mis amigas me dicen “boluda aprovechalo lo más posible. Aprovechá esa hora para decirle todo lo que te pasa”. A mí no me va a ganar ni estafar. Quiero soluciones a mi ansiedad.
Respecto de la primera pregunta, le dije que con mi familia tenía una relación muy particular, que a mis hermanitos, por ejemplo, nunca los había llamado como tales; que a mi mamá le ocultaba unas cuantas cosas y que con mi papá, prácticamente, no me trataba. Ella asentía con la cabeza, por ende, yo continuaba contándole.
Después, le conté que con mis amigas y novio tenía una relación excelente, que siempre me ayudaban con mis ataques ansiosos y que eso me hacía muy bien. Nuevamente se me vino la estrategia a la cabeza: no dejar de hablar. Si eso pasaba, ella tendría lugar para meter su bocado ácido y decirme “¿cómo te ayudan con tus ataques de ansiedad?”. Si yo respondía con la verdad, probablemente, me orientaría por otro camino que, de seguro, sería más largo y tardaría meses en curarme. Digo esto porque mis amigas me arman un licuado con algunas cositas cuando me pongo terriblemente ansiosa y, al toque, se me pasa, me quedo más tranquila y, el vuelo de una mosca, me hace descostillar de risa. Era una locura decirle eso a la psicóloga, de ningún modo lo haría.
Continué con la pregunta de más color: qué es de tu vida sexual. Pero mientras le contaba, yo contaba los minutos que faltaban para irme. Ya es la hora, le dije, y me paré. Ella asentía con la cabeza y miraba su celular. Me voy Marcela, le dije, ella seguía sentada. ¿Está abierto abajo? le pregunté. Sí, me dijo, andá nomás.
Me resultó un tanto extraño, pero me fui. Me fui con mil preguntas en la cabeza. Y a la cabeza se me vino Amalia, la psicóloga anterior. La psicóloga anterior, me había dicho cosas muy importantes, quizás. Quizás, yo no se las conté a esta nueva porque no sabía si era lacaniana o freudiana. Freudiana era la otra, entonces yo sabía cómo tratarla, qué contarle, qué no contarle, cómo mirarla, cómo sentarme. Pero esta nueva, no sé, no sé con qué teoría trabajará. Ya mismo debo empezar a averiguarlo, porque si no, no voy a terminar más con todo esto. Porque, una vez que sepa, tengo que ir pensando cómo comportarme, desde dónde encarar las sesiones.
Creo que voy bien encaminada entonces, voy a encontrar las soluciones yo misma, como todos dicen, y voy a ser la paciente con más voluntad para ello. Creo que es más fácil y rápido de lo que pensaba. Voy a ver cómo sale todo y si esta metodología que emplearé con la nueva psicóloga, funciona. Hasta la próxima.

8 comentarios:

  1. Malvi, escribiste sobre mi ehhhh???? pq no reserve mis derechos de pensamientoo!!!!!!!!!

    genial... me encantó!

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  2. Hola Malvi, entré acá después de tanto ver el link promocionándolo. Muy bueno el diseño y la idea, poco a poco voy a leer los textos de ambos.
    Saludos y sigan escribiendo.
    Suerte.

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  3. jajaa sos terrible...
    Yo aun me siento un amargo. Voy a seguir luchando con Pierce.

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  4. Peirce es más amargo que vos. Eso seguro. No luches, no vale la pena ese tipo!

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  5. Querida Po, como anda todo por ahi? Espero que bien. Una cosa de locos nos comunicamos por medio de este blog, pero bueno los tiempos son medios complicados.
    Me encanto tu escrito, adelante con el blog.
    Pd: Ya volvere

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  6. Muy bueno!..ya habia pasado antes pero no deje comentario. Un abrazo malvi q sigas de lujos!!!

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  7. Malvina siempre con textos que hacen alusion a la psicologia de una u otra forma, esta buena la idea porque cuando yo me reciba me pones pasar algun que otro chivo,¿alguna vez te preguntaste eso? podes ayudar a tu hermanita, esta dura la calle, jaja...aunque hasta que llegue ese momento seguro ya no vas a tener mas el blog.
    Beso

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